sábado, 30 de junio de 2018

Los demonios

Volví a buscarte. Ya no estabas. No sabía si autoconvencerme de que yo tenía razón o tú. Ya sabes lo que odio que nos enfademos: me duele la tripa, los ojos, la garganta. Me pongo a pensar cosas raras. Hace tiempo que no escribo mis sentimientos. De nuevo lo hago por un hombre, aunque el amor se lo profeso a una tierra.

Me fumo un cigarro en una calle de San Telmo. Está oscuro porque se ha ido la luz en toda la cuadra y se ve menos todavía porque hay una niebla muy densa. Por lo visto esto es algo fuera de lo común en Buenos Aires. Observo como la gente camina, los grupos, las parejas, personas solas. Un par de vagabundos se comen un bocadillo grasiento y la mayonesa les mancha la cara. Tienen hambre. Yo pienso como calmar mi ansiedad con el próximo cigarro que me voy a fumar, sin haber terminado el que estoy fumando. Ansiedad pura. Los demonios atacan mi cabeza fuertemente.

Me agobia la idea de que esta ciudad nos ata porque somos lo único que tenemos. El uno para el otro. Y pienso que no hay peor casamiento. No es legal, es vital. Una pura subsistencia. Pienso en volver, de una forma cobarde-valiente de solucionar este dolor de tripa, de ojos y de gargante. Y luego mepregunto si eso es de ser muy egoista. Llegar, darte un beso y finjir que nada ha pasado. Finjir o fingir. Y ahí me quedo sin hacer nada y mirando a los transeuntes. Me fumo otro cigarro. Me fijo que enfrente hay una basura desbordada y que del contenedor asoma un costillar de vaca roido. Buenos Aires, la ciudad de la carne. No tengo a quien llamar para charlar. No tengo a nadie en esta ciudad. Cálmate, el miercoles llega Vico de Montevideo. Sí. Menos mal.

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